Mensaje de: Marysia Szumlakowska – Esposa de Narciso Yepes. Edad: más de 60 años.
Dibujo concierto Dolores Viudes

“Ha sido el Señor el que nos llamó a este lugar. Se ha servido de los instrumentos que se ha buscado Él.

A propuesta de Jimena Menéndez Pidal, nuestra familia fue a Buenafuente para asistir a un retiro en Pentecostés como preparación para la confirmación de un grupo de jóvenes del colegio Estudio, entre los que se encontraba nuestra hija Ana. Nosotros llamamos al monasterio y pedimos alojamiento para dos noches. En aquel entonces no existía la hospedería, y las monjas vivían en un ambiente de lo más precario dentro de unos muros seculares muy necesitados de restauración.

No sé por qué accedieron a alojarnos en una habitación, y allí estuvimos Narciso, Ignacio y Juan con nuestros sacos de dormir y las mantas que nos dieron las monjas. Ana dormía con los demás confirmandos en “la Conejera”.

La habitación tenía un balcón que miraba al norte, a los campos cubiertos de primavera. Un entorno rudo, salvaje, silencioso.

Los chicos hacían su retiro y nosotros pudimos pasear, observar el monasterio desde la perspectiva del monte, respirar la fragancia del campo en primavera y entrar en el silencio: solo el viento, los pájaros y el sonido de una campana que sonaba a resquebrajada y acogedora, que llamaba a la Liturgia de las Horas.

Fuimos a los oficios, participamos de la eucaristía, comimos con los demás nuestros emparedados, las monjas nos dieron un caldo caliente, sabrosísimo.

Conocimos a Madre Margarita, abadesa, a sor Inmaculada y a Madre Teresita. Nos cautivó su sencillez, su acogida tan benedictina, su alegría. Tenían rojas las mejillas y las manos; nos enteramos de que el frío estaba instalado en el monasterio, y que a veces, en pleno invierno, tenían que romper el hielo dentro de las palanganas en sus celdas. Entonces las monjas rezaban desde el coro alto, sólo se las oía.

Comenzó la Vigilia de Pentecostés, los cantos, los salmos, la Palabra de Dios de los Nocturnos, y el silencio. Entonces en la iglesia se oía el cantar del agua de la fuente. Nos sentimos en casa, en familia, en nuestro lugar. Nos impactó la invocación de los dones del Espíritu Santo. ¡Estoy convencida de que el Espíritu se derramó aquella noche sobre todos nosotros!

Nosotros ya conocíamos y amábamos Taizé. No habíamos encontrado en España una comunidad contemplativa con una liturgia monacal abierta a todos, donde podríamos saciar nuestra sed de sencilla adoración. No importaba el frío helador de la iglesia románica, ni las voces rayadas de las monjas mayores, todo era alabanza e invocación al Espíritu Santo, paz. Nos sentimos comunidad bajo la protección de la Madre de Dios, patrona del lugar. Era el Señor que nos había encontrado el sitio, que nos llamaba a aquel lugar que con el tiempo llegó a ser la riqueza espiritual de nuestra familia.

Ángel nos acogió y le pidió a Narciso que tocara en la Vigilia. Narciso, con una guitarra prestada, tocó para el Señor, en la eucaristía, en la iglesia románica. Así comenzó la alabanza y la acción de gracias con la música, y se fraguó lo que se hizo tradición e historia en el monasterio … ¡Desde entonces, cuando íbamos a Buenafuente, lo primero que se cargaba en el coche era la guitarra!

Ya no solo fue en las celebraciones. Narciso propuso ofrecer cada año un concierto para el monasterio; al final de los años, los hijos con él y también los amigos. Hasta el final de su vida fue el concierto que él daba con mayor gozo para Dios, para las monjas, para todos los que acudían numerosos a dar gracias en este lugar bendecido por tanto amor recibido.

Nuestra vida se fue tejiendo alrededor de Buenafuente. Liturgia, celebraciones, sacramentos recibidos: hasta la confirmación, que Narciso no había tenido la ocasión de recibir.

Nuestra familia quedó definitivamente vinculada al monasterio con inmensa ternura por parte de las monjas hasta el punto de que Narciso pidió que sus cenizas tuvieran cobijo en el anonimato y la paz del monasterio de la Madre de Dios de Buenafuente del Sistal.”

Marysia Szumlakowska, esposa de Narciso Yepes

Tomado del libro No podemos callar, de Ángela C. Ionescu, editorial PPC

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