Padre Isidoro Mª Anguita, OCSO
Una comunidad que busca no anteponer
absolutamente nada al amor de Cristo,
es una comunidad que se olvida de sí misma,
centrada únicamente en conocer el Amor de Cristo,
para intentar vivir según Él.

¿Cuáles son los ejes de nuestra Vida Comunitaria?

Oración

La liturgia es el alma de la vida del monje. La Eucaristía y el canto de los salmos intercalados con las lecturas bíblicas y de los Santos Padres, nos trazan el camino a recorrer, hacia Dios.

En la Liturgia, nos desapropiamos de nosotras mismas para representar a toda la humanidad. Y nuestra oración quiere ser el acercamiento del ser humano hacia Dios y de Dios al ser humano.

Amanecer en Buenafuente

6:00 Maitines

Presentamos a Dios, el dolor, el sufrimiento de los hombres. En estas horas del amanecer es donde se hacen más agudas las soledades, los sufrimientos y dolores, en ese cambio de la noche al día.

Lectio Divina

Lectio Divina

Es el encuentro con Cristo, cara a cara. Jesús es la Palabra de Dios, la Palabra es “viva y eficaz” (He 4, 12).

Dios Padre, que sabe más de nosotros, que nosotros mismos, todos los días nos habla al corazón para que caminemos a la luz de su rostro (Cf. Sal 88, 16b).

Capilla en Laudes

7:30 Laudes

Con los primeros rayos del sol, al rayar el alba (C VIII de la RSB), celebramos la Resurrección de Cristo y también la nuestra. Es el momento propicio para pedir fuerzas ante el día que comienza y dar gracias por los dones recibidos y que vamos a poner al servicio de los hermanos.

Eucaristía

8:15 Eucaristía

Es la fuente de la vida. Es el centro y fundamento de nuestro día. En ella se recoge todo el Misterio Pascual. Es el origen y luz de todas las horas litúrgicas, que son una prolongación de la Acción de Gracias y nos ayudan a vivir en la Presencia del Señor.

Llamando a Tercia

Tercia

Es la hora del Espíritu. “Éstos no están ebrios, como sospecháis, pues no son más que las nueve de la mañana” (Hch 2, 15). Por la mañana, antes del trabajo: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad” (Rm 8, 26).

En Sexta, la hora del Hijo, conmemoramos la crucifixión

12.50 Sexta

Es la hora del Hijo, conmemoramos la crucifixión y muerte del Señor, pero también Su Ascensión al cielo. En el himno, de esta hora litúrgica, recordamos y hacemos presente con nuestra vida que Jesús es “Poderoso Señor de nuestra historia”.

El Cristo yacente

15:30 Nona

Es la tercera Hora Menor que rezamos. Hacemos un receso en el trabajo, en este momento para hacer memoria de la hora del Padre, que recibe a Cristo. Se rasga el velo del templo y el centurión confiesa “Realmente éste era Hijo de Dios” (Mt 27, 54 b). Nosotras en medio de la jornada nos unimos a esta profesión de fe.

Exposición del Santísimo

17:30 Exposición del Santísimo

Cada día acudimos ante la Presencia Eucarística del Señor, a que Él nos mire, a aprender a mirar a todos, como Él nos mira. Como le dice Monseñor Juan Carlos Elizalde a Jesús Sacramentado: “Tú estás aquí y nosotros conTigo”.

ORACION Atardecer en Buenafuente

18.30 Vísperas

Al finalizar la jornada, llega el descanso del trabajo, es la Hora de acción de gracias y alabanza por la vivencia del día, a la Santísima Trinidad. Nuestras fuerzas declinan como el día y bendecimos a Dios Padre Creador del universo. Nos unimos al Magnificat de la Virgen María, porque “se ha fijado en la humildad de su esclava” (Lc 1, 48a).

Virgen alumbrada por la vela y por la luz en románica

21:00 Completas

Recogemos nuestro día, hacemos balance, pedimos perdón, damos gracias…y nos ponemos en manos de Dios para entrar en el descanso de la noche, bajo la protección de la Virgen.

Trabajo

Nuestro Padre San Benito, en el capítulo XLVIII nos habla del trabajo manual de cada día: “la ociosidad es enemiga del alma; por eso han de ocuparse los hermanos a unas horas del trabajo manual, y a otras, en la lectura divina” (…)

El trabajo que realizamos en el monasterio, el trabajo propio de una casa de pueblo, rural, tareas de campo, abejas, cuidado de jardines, mantenimiento y limpieza del Monasterio y acogida al huésped. Tareas  sencillas, humildes, y en las que nos sentimos muy a gusto porque damos sentido a lo que nuestros Padres fundadores quisieron para el Cister, monjes y monjas que trabajasen y rezasen. El trabajo de nuestras manos y la alabanza de nuestros labios y nuestro corazón.

Elredo de Rieval
“Hemos de evitar la ociosidad mediante una ordenada variedad de ocupaciones y proteger nuestra soledad con la alternante sucesión del trabajo”

Acogida al Huésped

Nos dice la Regla de San Benito en el cap LIII “Recíbanse a todos los huéspedes que llegan como a Cristo, pues Él mismo ha de decir: “Huésped fui y me recibieron”. 

2 A todos dense el honor que corresponde, pero sobre todo a los hermanos en la fe y a los peregrinos.” (…)

15. Al recibir a pobres y peregrinos se tendrá el máximo de cuidado y solicitud, porque en ellos se recibe especialmente a Cristo, pues cuando se recibe a ricos, el mismo temor que inspiran, induce a respetarlos.

Encuentro

María: En el corazón de la Virgen

Virgen Románica de Buenafuente

En los Monasterios Cistercienses se vive una particular devoción a la Virgen María, que desde nuestros orígenes debemos a san Bernardo de Claraval, el monje más ilustre y que mayor empuje dio a la Orden. Desde nuestra abadía, se ha difundido un canto a la Virgen, “Mira a la Estrella”, que compuso una hermana nuestra, inspirado en una homilía muy famosa de san Bernardo.

En nuestra Comunidad, este amor a Nuestra Madre La Virgen María, está muy influenciado por la vivencia de Madre Teresita (V 11 de junio de 2013). Vivió 86 en el Monasterio, y siempre nos decía: “Cuando Nuestro Señor se me escondió, si no llega a ser por la Virgen…”. Ella escuchó, mientras trabajaba,  que la Virgen le decía: “Quiero mirar con tus ojos, hablar con tu boca, oír con tu oído y amar con tu corazón”. Madre Teresita decía que vivía en el corazón de la Virgen, protegida por Nuestra Madre. Esta sencillez de vida, como la de la Virgen María en Nazaret, es la que nosotras anhelamos. Vivir en Comunidad con humildad, sencillez y alabanza.

Origen

Fundadores de Cister

Stos Fundadores: Roberto, Alberico y Esteban.

San Benito en el s.VI estructura la tradición monástica y da forma al modelo de vida de los monjes de Occidente.

Según la Regla Benedictina, el monasterio es la escuela del servicio divino, en la que los monjes viviendo en comunidad bajo su superior, Cristo, son guiados por el camino de los mandamientos de Dios. Su vida representa un equilibrio en el que la alabanza de Dios (Opus Dei), la lectura espiritual (Lectio divina), el trabajo (labor manuum) y las demás ocupaciones que se pueden dar dentro del recinto monasterial, se funden armoniosamente.

La historia de la fundación del Cister, no empieza como muchos creen con Bernardo de Claraval, sino con Roberto, Alberico y Esteban (los Tres monjes rebeldes, según nos narra la trilogía de Raimond), los cuales junto a otros veinte hermanos, dan vida a los principios de Cister.

Roberto, nació en el año 1028 en Champaña (Francia), en el seno de una familia de la nobleza. Muy jovencito ingresó en la Abadía de Montier-la Celle. Muy pronto sus deseos de mayor perfección y santidad, le llevaron a intentar varias veces reformar la vida monástica, fue Abad de San Michelle de Tonerre, Prior de St. Ayoul de Provins, pero nada en ninguno de los lugares cuajaba su forma de ver la vida monástica.

Tuvo que salir de allí y junto a un grupo de ermitaños de Collan, fundó el monasterio de Molesmes; un intento más de reforma, pero tampoco prosperó. Más Roberto siguió “persiguiendo” las insinuaciones del Espíritu y por fin en 1098, Roberto, abad de Molesmes, sintió la llamada del Señor, a volver a la “pureza” de la Regla de San Benito. Se le unieron veintiún monjes y marcharon a un lugar llamado  Citaux, cerca de Dijon. Y de ahí nació Cister.

Pero Roberto, tuvo que regresar al Monasterio de Molesmes, como Abad, requerido por la comunidad, no pudiendo continuar en Cister.

Roberto murió en el 1111.

A Roberto le sucedió Alberico (1050-1108). Alberico, fue un gran amante de la Regla de san Benito y de su puesta en práctica desde la pureza de la misma. Por eso siendo prior en Molesmes, no se conformaba con vivir la regla como allí se hacía. Junto a Roberto intento contagiar a sus hermanos “esa vuelta” a los orígenes de la Regla. Esto le costó a Alberico, azotes, cárcel, injurias… pero él no desistió en el empeño.  Siguiendo a Roberto, y junto a otros hermanos, hacen realidad ese proyecto de vida que Dios tenía para ellos, dando comienzo a lo que llamarían “Nuevo Monasterio”

Durante su abadiato, fue cuando se da la aprobación de la nueva Orden como tal.

Fue elegido Abad en el 1099. Tuvo que pasar por muchos momentos difíciles, que suponía esta nueva realidad. Pero después de tanto esfuerzo y con la confianza siempre puesta en Dios, obtuvo para Cister, en el año 1100, el Privilegio Romano de manos del Papa Pascual II, quedando así el Monasterio (Orden), bajo la protección de la Santa Sede, otorgándoles el privilegio romano con la bula “Desiderium quod”

A Alberico le sucedió en el cargo Esteban Harding (1059-1134), el cual ingresó primero en Molesmes e impresionado por Roberto, quiso acompañarlo en la nueva andadura, lo que llegaría a ser la fundación de Cister. Esteban escribió la Carta Caritatis en el año 1119, es por así decir el documento fundacional de la orden cisterciense, el cual establece los principios de dicha orden.

El Nuevo Monasterio fue desarrollándose, forjándose la estructura material y espiritual, sin embargo esta nueva semilla no daba nuevos frutos. Cuando las esperanzas humanas se agotaban, el Señor de la mies trajo a Su casa al joven Bernardo con sus compañeros. Estos dieron un gran impulso al monasterio. Y con gran brío comenzaron las primeras fundaciones:

La Ferté 1113, Pontigny 1114, Claraval 1115 y Morimond 1115

Esteban durante unos 25 años rigió la orden, fue el responsable directo de su consolidación y crecimiento. En 1125 fundó el primer monasterio femenino cisterciense en Tart-l´Abbaye (Borgoña).

Si bien Bernardo no es el fundador del Cister, sí que es una de las personas más representativas del mismo.

Nació hacia el 1090 en el castillo de Fontaines, cerca de Dijon, en las Borgoña francesa. Sus padres, Tescelín y Aleth de Montbard, eran señores del lugar y vasallos del duque. Bernardo fue el tercer hijo de ambos.

Este joven inquieto a sus 22 años de edad (hacia 1113) decide dejar su “señorío” y llamar a las puertas de Cister para servir a su único Señor, junto a unos treinta compañeros de su entorno familiar.

A los dos años de su entrada, ya Bernardo, sale a la fundación de Claraval (1115), comienza ya a conocerse por sus dotes de orador, defensor de la fe, reformador del monacato y de la institución eclesial de su tiempo, predicador de la segunda cruzada, escritor insigne, gran místico. Hombre de Dios, que por su palabra y obras arrastraba tras de sí a multitudes a la vida monástica. Llega a ser consejero de Papas, Obispos, abades y gobernantes de Europa.

Las vocaciones eran tan numerosas que Claraval hará unas 70 fundaciones en vida de Bernardo.

Murió en Claraval en 1153.

Cister llegó a restablecer una nueva armonía entre oración en común, lectura espiritual y trabajo manual, siendo este uno de los logros específicos para la renovación de la vida monástica.

Vista del monasterio en dron

Vista del monasterio en dron.

Esta pequeña comunidad intenta cada día mantener vivo el ideal de nuestros padres fundadores y con la gracia de Dios y el auxilio de la Virgen, hacer vida la Regla de Nuestro Padre S. Benito, en la escuela del Servicio Divino, en este monasterio de Santa María de Buenafuente del Sistal.

Kalendas Junii

Kalendas Junii

1245, “En la XVI ante Kalendas  Junii”, fuimos fundadas por nuestras hermanas de la comunidad de Casbas (Huesca). Día tras día, sin apenas faltar del Monasterio hemos querido y queremos seguir dando vida a este LUGAR. Lugar todo el, que vive a la escucha de la llamada de Dios, al tañer de las campanas, donde seglares, sacerdotes, huéspedes, visitantes y la comunidad, alabamos a Dios desde el amanecer hasta el anochecer.

Lugar de alabanza, silencio, oración, austeridad, encuentro, acogida, perdón, donación, gracia. Lugar de bendición, misericordia, caridad. Lugar de Dios. Regalo de Dios, que al convocarnos en su presencia, nos brinda la oportunidad de estar al Servicio de la Iglesia y del Pueblo de Dios.

 Y Dios, nos ha llamado a cada una de las monjas de ayer, hoy y siempre, a habitar en este monasterio, a realizar la misión que Él nos tiene preparada: Vivir cada día en la Escuela del Servicio Divino: la oración litúrgica y comunitaria, la Lectio Divina, en la escucha, meditación y oración de la Palabra, en el ora et labora (la oración personal y el trabajo), la acogida al huésped. Todo esto en un estilo de vida propio, una consagración en la Orden Cisterciense a través de los votos solemnes de: Obediencia, Conversión de costumbres y Estabilidad.