“Es la Palabra de Dios la que suscita la fe, la alimenta, la regenera. Es la Palabra de Dios la que toca los corazones, los convierte a Dios y a su lógica, que tan distinta es de la nuestra; es la Palabra de Dios la que renueva continuamente nuestras comunidades… ”

— Papa Francisco

La oración es diálogo: la oración es iniciativa de amor, la oración es atrevimiento; la oración es la puerta que introduce en el corazón de Dios y en el mismísimo misterio de sus decisiones

“Uno de los jefes le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios”

Año de oración TEXTO BÍBLICO “Cuando extendéis las manos, cierro los ojos; aunque multipliquéis las…

Año de oración TEXTO BÍBLICO “Confía en el Señor y haz el bien: habitarás tu…

La esperanza sostiene la espera, fundamenta la confianza, hace testigos creyentes, da fortaleza en la prueba, mueve a la entrega, combate el miedo, y supera la tentación de huida.

¿Qué hace posible el descanso, el desierto o la multitud? Según el texto de Marcos, ir con el Señor o detrás de Él. Jesús se convierte en el Buen Pastor, que alimenta en verdes praderas. “El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas”

Al proyectar nuestro modo de ser sobre Dios, quizá le transferimos nuestras formas de reaccionar frente al adversario, e imaginamos que afirmado en su identidad todopoderosa es capaz de arrasar de manera violenta a sus contrarios.

La contemplación es la relación gratuita y amorosa de permanecer, sin excesivos discursos mentales, observando las obras de Dios manifestadas en la naturaleza, la dignidad del hombre y, sobre todo, en la acción suprema de manifestarse en su Hijo Jesús.

“Porque así dice el Señor: «Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones.

Una actitud orante es la de permanecer siempre en búsqueda, atentos y sensibles, capaces de descubrir el paso del Señor por nuestras vidas, en la figura de otro, como le sucedió a María Magdalena, quien trató a Jesús creyendo que era el jardinero.

Adorar no es caer de bruces, asustado, o caerse de sueño por miedo, como parece que hicieron los discípulos de Jesús según los relatos de la Transfiguración y de Getsemaní. Por el contrario, es permanecer conscientes y respetuosos ante la presencia viva y real de Cristo, como describe el Evangelio que sucedió en las jornadas de Pascua.