Conocí Buenafuente la Semana Santa de 1986. Me llevó una amiga de la parroquia. Me impactó muchísimo el silencio de las comidas y la liturgia. Hasta entonces no había vivido una liturgia así. Seguí yendo dos Semanas Santas más. Nunca he olvidado el cariño que tuvo conmigo de la mujer de Yepes un Viernes Santo después de regresar del Vía Crucis. Esa sonrisa y ese abrazo sincero que me dió me ha acompañado siempre Hacia 1990, por motivos varios, tuve que dejar de ir. Pero, Buenafuente seguía dentro de mi corazón. Una amiga del cole, Teresita Herrero, se postuló como hermana en la orden del Císter de Buenafuente. Nos escribíamos, ella me contaba cosas y, aunque no podía ir, seguía en mi oración en Buenafuente. Cuando Teresita murió tan prematuramente, me separé un poco de este lugar. Hace poco, en el 2019, he vuelto a Buenafuente con mi hermana. Aunque tenemos obligaciones familiares que nos atan, intentamos escaparnos dos o tres veces al año. Para mí ésto ha sido un regalo, una Bendición. He vuelto a tu silencio, a tus liturgias, al cariño de la hermanas de Buenafuente. Cada vez que voy siento en mi interior el encuentro con el Señor que llena mi vida. Gracias Hermanas , gracias Antonio por tu acogida. La fuente de mi vida está en Buenafuente.
entre 51 y 60 años.
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