Niño Jesús, ¿habremos convertido la Navidad en un refugio social para desentendernos del dolor del mundo? ¿Necesitaremos las luces de colores para ocultar la oscuridad de la violencia? ¿Nos daremos licencia en el consumo cono efecto de la ansiedad colectiva? ¿Estaremos cambiando la razón de esta fiesta y en vez de ser tu nacimiento el motivo de las celebraciones, lo es la entrada del invierno?
Niño de Belén, ¿cómo te sientes ante tu tierra en guerra? ¿Hay algún peregrino que en estas circunstancias se atreva a adorarte en las grutas de tu pueblo, donde Tú naciste? ¿Qué sientes ante las caravanas de desplazados, de todos los que huyen perseguidos por la pobreza, motivo diferente al que tenía la caravana de los Reyes Magos?
No obstante, Jesús, ante tanta violencia y posible evasión colectiva para resguardarse, son verdad tu mensaje de paz, la redención del mundo, la posibilidad de sentir el amor de Dios en lo profundo del ser. Quieres ser uno más entre nosotros, y por ello es posible transfigurar la realidad. En medio de la noche cabe percibir tu luz y, entre el sonido de las bombas, oír el susurro de la melodía del cielo: “Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”.
Cuenta la tradición que san Jerónimo se acercó en Nochebuena a la cueva del Nacimiento para hacerte una ofrenda generosa, y que le pediste que te ofreciera sus propios pecados. Jesús, hijo de la Nazarena, acepta nuestra debilidad para restablecer la convivencia pacífica, nuestra incapacidad para acoger a tantos migrantes y para superar las tendencias de nuestro egoísmo. Restaura Tú nuestro corazón endurecido, ilumina nuestra mirada, muévenos hacia el amor fraterno, para que en verdad sea Navidad.
Al igual que sucedió a la hora de tu nacimiento, cuando solo se enteraron los pastores de tu venida al mundo, en este momento también hay en la tierra personas humildes, sencillas, pobres, creyentes, generosas, orantes y bondadosas que te ofrecen el obsequio de su amor, su servicio a los necesitados y su adoración escondida.
Niño Jesús, Tú conoces lo más íntimo de nuestro interior, donde está grabada tu imagen, la semejanza divina. Aunque no sepamos decirte o hacer lo que correspondería en Nochebuena, ojalá veas nuestro deseo de sumarnos a los pastores y de adorar sobrecogidos tu humanidad, y también de servir a quienes llevan de forma más real tu abajamiento. Y danos tu Paz.
¡Feliz Navidad!