Querido Amigo de Buenafuente:
En 1973, hace 50 años, llegó el primer grupo de “Amigos de Buenafuente” a celebrar la Semana Santa en el Sistal. Hoy bendecimos al Señor por aquellas personas que, atravesada la duda y la mitificación de lo que esperaban encontrar en un lugar monástico, se enamoraron de Buenafuente. En aquella ocasión solo se ofrecía: “Silencio, naturaleza, oración y pobreza”.
Una tentación que vivimos entonces fue imaginar el final de Buenafuente ante su aislamiento, falta de medios, ruina de los edificios, sin instalaciones sanitarias, sin agua corriente ni calefacción… Y, sin embargo, debemos dar gracias a Dios por la historia trascurrida en estos 50 años, en la que han intervenido tantas personas generosas para que el Monasterio y su entorno se hayan convertido en espacio acogedor para el peregrino que busca “silencio, oración, y naturaleza”, en tantos casos por la necesidad de un reencuentro con Dios.
El salmo 125 venía a nuestros labios en expresión agradecida: “Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar”. Hoy anclamos nuestra esperanza en el salmo 126: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”. Y en el fondo de nuestra alabanza resuena el salmo 8: “Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra”.
En justicia, no podemos dudar de la Providencia divina. Si durante todo este tiempo nos ha demostrado su acompañamiento, aunque no olvidamos la permanente experiencia de pobreza y debilidad, seguimos confiados en la opción de levantarnos cada día, sostenidos y admirados por la misericordia que Dios sigue teniendo con los que se abandonan en sus manos.
Desde esta experiencia, nos atrevemos a invitarte a vivir cada día con su afán, sin adelantar acontecimientos, asumiendo el presente, sensible a las señales que Dios deja percibir a los que interpretan la historia desde la fe.
A la luz de la Pascua y de esta historia, no es posible el decaimiento. El que murió en la Cruz ha resucitado, y todo el que comparte con Él las pruebas de la vida, siembra su propio destino de gloria. Y los que confían en el Señor son como el Monte Sión, no tiemblan.
Con la certeza de no inventarme el principio revelado: “El que confía en el Señor es como árbol plantado junto al manantial, que no teme la sequía”, te deseo la experiencia pascual de saber interpretar la Cruz a la luz de la Gloria. ¡Feliz Pascua de Resurrección!