“Es la Palabra de Dios la que suscita la fe, la alimenta, la regenera. Es la Palabra de Dios la que toca los corazones, los convierte a Dios y a su lógica, que tan distinta es de la nuestra; es la Palabra de Dios la que renueva continuamente nuestras comunidades… ”

— Papa Francisco

Dios nos ha amado en su Hijo a fondo perdido. Jesús ha entregado su vida por todos los hombres. No se ha reservado el amor condicionalmente, según nuestro comportamiento. Podremos ignorar, rechazar, dudar del amor que Dios nos tiene, pero no podemos impedir que Él nos quiera.

El anuncio del Evangelio no es cómodo, ni a la carta. San Pablo recomienda a Timoteo: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta los padecimientos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio”

El Evangelio nos plantea una de las preguntas que Jesús hace, y que cada uno de nosotros debería hacerse: ‘Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y aún no me conoces, Felipe?’ No se trata de un conocimiento meramente especulativo, sino del conocimiento que proviene del amor hacia una persona y que revela su intimidad.

La fe en Jesús, el amor al Señor, la experiencia de gracia mueven el corazón del creyente para conformarse con el Maestro y desear seguir su ejemplo. Lo que determina el comportamiento del cristiano es la relación que mantiene con Jesucristo. Uno no es lo que hace, sino que más profundamente siempre tiene la posibilidad de renacer por lo que es.

La Iglesia nos insta a permanecer atentos a los signos de los tiempos, ya que en ellos también se revela la voluntad de Dios. Solo Dios es Dios, y Jesucristo es el único Señor. Aferrarse a las tradiciones puede convertirse en una forma de idolatría.

Si vives horas oscuras, si sientes que arrecia la prueba, si te acosan circunstancias adversas, si compartes la suerte de los que son marginados, si crees que ya no tiene remedio tu situación… Espera, da crédito a la Palabra: “A medianoche se abrieron las puertas de la prisión”

Recordemos siempre que la verdadera grandeza reside en la humildad y en la entrega desinteresada al servicio de los demás. Los que entregan su vida en servicio a los demás, a la manera del Maestro, serán los señores; los humildes serán enaltecidos; los que arriesgan la vida por el Evangelio, la ganan.

Necesitamos testigos, o como decía Santa Teresa de Jesús: “En estos tiempos son menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos”. Permanece la enseñanza de san Pablo VI: “hay que subrayar esto: para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada igualmente al prójimo con un celo sin límites.

Al principio, la gran resistencia al cristianismo fue la de los mismos judeo-cristianos, quienes fundados en sus tradiciones se opusieron a la predicación de Pablo y de Bernabé. Los apóstoles, ante la actitud impermeable de algunos judíos, decidieron anunciar el Evangelio a los gentiles.
No es una actitud del pasado. La resistencia que se percibe a las enseñanzas del Papa en algunos círculos católicos pone de manifiesto la actitud de quienes se obstinan en sus ideologías, buscando su vanagloria en vez de buscar la gloria de Dios.

La luz no puede ser escondida ni tapada, de lo contrario, se extinguiría. La luz es difusiva y alumbra a todos en la casa cuando se coloca sobre el candelero. Cada cristiano es luz; son sus obras las que brillan y resplandecen, atrayendo a aquellos que sufren en la oscuridad. “Creed en la luz, para que seáis hijos de la luz”

La luz no puede ser escondida ni tapada, de lo contrario, se extinguiría. La luz es difusiva y alumbra a todos en la casa cuando se coloca sobre el candelero. Cada cristiano es luz; son sus obras las que brillan y resplandecen, atrayendo a aquellos que sufren en la oscuridad. “Creed en la luz, para que seáis hijos de la luz”

TEXTO BÍBLICO “«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El…