“A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1, 18).

Es la hora de creer en Dios.

Cuando todo parece que lo niega

es el momento de amar,

cuando se oye la guerra.

La muerte niega la vida,

Pero la Vida puede a la muerte.

El odio arrasa el amor,

pero el Amor siempre renace.

POR EL CAMINO DE LA NADA

“Así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe.” (1Pe 1, 7-9)

A Dios no se le comprende, se le ama.

El deseo de Dios es insaciable,

por eso la eternidad tiene sentido.

Nunca agotaremos el manantial del amor divino.

A Dios no le conocemos, pero lo amamos,

y sobre todo Él es quien nos ama.

A Dios no le vemos,

pero vivimos en su presencia.

“… con el fin de que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (Act 17, 27-28).

La noche y la búsqueda son los parámetros

de la contemplación auténtica.

La mayor posibilidad en el conocimiento de Dios

es que Él nos regale experimentar su presencia y su amor.

A quien tiene experiencia de Dios,

se le aviva la sed de Él, se enamora

y “ya no tiene otro oficio,

que solo en amar está su ejercicio”

AutorMeditación

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