
He pasado la tarde de rodillas,
en soledad contigo solamente,
sin nada más que hacer entre las manos
que sentirme amado en tu mirada.
En el Pan Santo he visto reflejados
los ojos fijos de los que te buscan,
sin saber dónde cansados fijarlos,
por más que Tú los miras tan adentro.
Este tiempo perdido, derrochado,
gastado, gratuito, sin medida,
sea por quienes sienten la fatiga,
y perecen a causa del cansancio.
¡Qué mérito tiene rezar sin tiempo
en oración íntima en tu presencia,
cuando otros se desgastan sin consuelo,
y sufren el fracaso en sus tareas!
Si para algo vale mi tarde orante,
Vaya a quienes piden un vaso de agua,
y para quienes corren por urgencia,
por aquello que quedan solitarios.