
aunque la ley prohíba las visitas,
para distraerte un instante,
y ser alivio a tu clausura.
He tomado el oficio en mi desierto
de orar por ti y por los tuyos,
por tantos que ponen confianza
en la plegaria del Sistal.
Ya, antes de amanecer, rezan las monjas,
y nosotros nos unimos a las laudes.
Es privilegio tener Eucaristía,
participar de la mesa santa, aunque discretos.
Al mediodía nos convoca el ángelus
y la oración a Santa María.
En la tarde celebramos la cita sosegada,
cara a cara, de rodillas, ante el Sacramento.
Y le digo, sin palabras, los nombres
de tantos que confían en mis ruegos.
Y le expreso el grito y el susurro,
la mirada mendiga de amistad.
Y cantamos las vísperas,
mirando a Cristo, venerado desde siglos,
con el título implorado,
de la Salud, de Buenafuente.
Cierra el día el tañido de la campana,
oración ante Nuestra Señora,
Encendida la lámpara y todo a oscuras,
centelleo de estrella de esperanza.
En las eras continuamos la plegaria,
juntos, todos, escuchamos la Palabra,
y sentimos comunión con quienes
de la noche hacen vigilia.
Termina la jornada abrazada de nombres y noticias,
que dejamos ofrecidos ante el Señor,
seguros de que un día, lo veremos,
que en esta hora no nos faltó nunca su amor.