Quise detener la luz amanecida,
apresar la brisa al alba,
tomar el rocío entre las manos.
Y el sol se impuso.
El viento amainó,
Se evaporó el brillo de las hojas.
El intento de poseer fue baldío
Huyó el alba, y la belleza de la hora.
Tomó su señorío el día
y tuve que retornar vacío a casa.
Ya a resguardo del calor intenso,
se me impuso una voz en las entrañas.
Por qué buscas fuera lo que llevas dentro.
Por qué anhelar el soto y el recreo,
la fuente y el frescor de la mañana,
la brisa y la presencia remecida.
¡Tú eres luz! ¡Tú eres brisa!
En ti nace el manantial,
el brillo intenso de la historia.
No mendigues la abundancia.
Sólo entra más adentro,
escucha la paz y su susurro.
Serena el deseo inquieto.
Y celebra el hallazgo, ya sin tiempo.
La razón me dicta coherencia,
Mas no por ello llega el sentimiento.
Tendré que esperar en el desierto,
A que fluya el amor sobrecogido.