“El temor de Dios es el don del Espíritu que nos recuerda cuán pequeños somos ante Dios. Esto es el temor de Dios: el abandono en la bondad de nuestro Padre que nos quiere mucho” (Papa Francisco)
“El don de piedad suscita en nosotros la gratitud y la alabanza. Piedad, por lo tanto, es sinónimo de auténtico espíritu religioso, de confianza filial con Dios, de esa capacidad de dirigirnos a Él con amor y sencillez, que es propia de las personas humildes de corazón” (Papa Francisco)
“El don de ciencia, no ciencia en el sentido técnico, como se enseña en la Universidad, sino ciencia en el sentido más profundo, que enseña a encontrar en la creación los signos, las huellas de Dios, a comprender que Dios habla en todo tiempo y me habla a mí, y a animar con el Evangelio el trabajo de cada día; a comprender que hay una profundidad y comprender esta profundidad, y así dar sentido al trabajo, también al que resulta difícil.” (Papa Benedicto XVI)
“Con el don de fortaleza, el Espíritu Santo libera el terreno de nuestro corazón, lo libera de la tibieza, de las incertidumbres y de todos los temores que pueden frenarlo. Es una gran ayuda este don de fortaleza, nos da fuerza y nos libera también de muchos impedimentos” (Papa Francisco)
El don de consejo, que os guiará a descubrir el proyecto de Dios para vuestra vida, para la vida de cada uno de vosotros (Benedicto XVI)
Hay momentos en los que uno desea no imponer su criterio, sino que se cumpla la voluntad divina. De manera especial en situaciones de crisis viene a los labios la oración: “Hágase tu voluntad”.
“La sabiduría es lo que obra el Espíritu Santo en nosotros a fin de que veamos todas las cosas con los ojos de Dios. Este es el don de la sabiduría”
La Ascensión eleva nuestra naturaleza humana hasta el seno de la Santísima Trinidad. Para siempre, el hombre está en Dios. Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, ha introducido nuestra humanidad en el cielo. ¡Regocijémonos en el triunfo del Resucitado! ¡Alegrémonos de estar en Dios!
La gracia de la conversión es cada vez más frecuente en procesos personales de ingresos o de retornos a la Iglesia. Ante estos hechos se constata la efusión gratuita de la gracia. Sin embargo, la gracia no anula la naturaleza, sino que la perfecciona, por ello es necesario acompañar al neoconverso en su iniciación a la fe: “Priscila y Áquila, lo tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino de Dios”.
Vivimos momentos propicios para sentir que la fidelidad al seguimiento de Jesús no solo depende del esfuerzo por mantenernos fieles a nuestra identidad cristiana, sino también del derroche de gracia y misericordia que recibimos. Conscientes de tanta gratuidad, surge la respuesta evangélica generosa.
El Evangelio de San Juan afirma una paradoja: ‘Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría’. La razón de esta afirmación que hace Jesús a los suyos está en la promesa del envío del Espíritu Santo, condicionado a que Jesús retorne al seno de su Padre Dios. ‘El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí’
La predicación de Pablo en el areópago de Atenas revela que el argumento evangelizador no se funda en estrategias discursivas ni en filosofías ideológicas, sino en el testimonio vivo de los creyentes en Jesús.
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