Año de oración
TEXTO
“Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará” (Sal 33, 6).
COMENTARIO: CONTEMPLACIÓN
Dentro de las diferentes expresiones orantes, cabe quedar en contemplación. La contemplación es la relación gratuita y amorosa de permanecer, sin excesivos discursos mentales, observando las obras de Dios manifestadas en la naturaleza, la dignidad del hombre y, sobre todo, en la acción suprema de manifestarse en su Hijo Jesús. “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo” (Sal 97, 1).
Son muchos los que sienten la mano de Dios en la belleza de la naturaleza y se adentran en la montaña, en la inmensidad del bosque, en las estepas nevadas, en las corrientes fluviales. “Tú cuidas la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales; así preparas la tierra. Riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes” (Sal 64, 10-11).
En el ejercicio de la lectio divina, después de la meditación y de la oración, se llega al peldaño de la contemplación, expresión rendida, serena y desapropiada, cuando impera el amor, más allá del deseo interesado. “¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para mirar por él? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos. Todo lo sometiste bajo sus pies” (Sal 8).
PROPUESTA
Este verano, si puedes, dedica un tiempo a contemplar las obras de Dios.