Si es segura la oración por otros,
y la ofrenda llega por quien se ora.
¿Por qué no transmitirse la belleza,
la paz del alma, luz de la mirada?
Quiero ofrecerte lo que ven mis ojos,
y acercarte mis manos solidarias,
y hoy sientas tú el frescor del manantial,
el canto de alabanza, la esperanza.
¡Cómo enviarte el cántico del mirlo,
El olor a romero florecido!
Y ¿cómo también compartir contigo
El privilegio de adorar a Cristo?
No sé si cabe ver por otros luces
Y oír sereno el despertar del alba,
palpar el rocío de la mañana,
escuchar el canto de la plegaria.
La mesa, cubierta de mantel blanco.
Huele al incienso de jazmín y rosas,
la luz atardecida dora la custodia,
Y el cuerpo se arrodilla ante el Misterio.
Te ofrezco mis sentidos más despiertos,
Impactados de iconos luminosos,
Ventana abierta a la naturaleza,
En esta hora de tanto enclaustramiento.
He pasado la tarde en tu recuerdo,
Te he tenido presente ante el Señor,
Con tu ruego y tu pregunta al cielo,
También con tu dolor y con tu llanto.
Permíteme la ofrenda gratuita
De pronunciar tu nombre ante el altar,
Y quiera Él dejarte el sentimiento,
La luz, la paz, la fuerza, la esperanza.