¡Destellos!
¡Cómo no compartir contigo
el reflejo de la belleza que guardo
en mi mirada, después de haberme
acercado a las tierras desiertas de
la serranía de Atienza!
Quiero ofrecerte el silencio
pétreo, la fortaleza de sillares
centenarios, el lobulado esculpido
en piedra, los canecillos
figurados, el rumor del desierto humano, el gozo
contemplativo de un ayer presente.
A más de 1300 m de altitud
permanecen serenas las
dovelas, calladas las campanas,
orante la espadaña, sigilosas las
celosías.