Señor Santiago:
Un año más, desde 1992, llegamos hasta tu casa alegres y colmados de intenciones.
La Madre de Jesús vino a consolarte en tu agotamiento junto al río Ebro. Venimos de Fátima y allí hemos sentido el consuelo de Nuestra Señora. No te traemos su ayuda, pues ya no la necesitas. Reconocemos la fuerza que se recibe cuando se invoca con fe a la Virgen.
Señor Santiago, a lo largo de los años, hemos recorrido los distintos caminos que llegan hasta tu casa. Después de tantos años, no podemos presumir de la misma agilidad ni juventud, pero a quienes hemos venido año tras año hasta tu sepulcro, nos ha sucedido el milagro de sentirnos familia, amigos tuyos y del Señor Jesús.
Es un don que se recibe a lo largo del camino. Seguro que lo podrían testimoniar muchos de los peregrinos que hoy están ante ti en esta casa de acogida universal.
El privilegio de dirigirnos a ti con esta invocación no desea convertirse en un narcisismo colectivo de los Amigos de Buenafuente, Monasterio enclavado en el Parque Natural del Alto Tajo, en Guadalajara, sino ser hoy voz de quienes cruzan, desde tantos puntos de partida, los diferentes senderos que llegan hasta aquí. Sobre todo, recordamos a todos los que quisieran ser peregrinos y no pueden realizar su sueño por razones físicas o económicas.
Acoge todas las intenciones que se guardan en el corazón de quienes hoy hemos acudido hasta tu sepulcro y preséntalas a tu amigo, el Señor Jesús.
En ocasiones anteriores, en este momento, siempre hemos tenido un recuerdo agradecido de esta iglesia apostólica, que lleva tu nombre, y de su pastor, D. Francisco, a la vez que pedimos que intercedas por nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara, hoy más presente que otros años, al acompañarnos quien ha sido su obispo, D. Atilano. Que la ofrenda del incienso que te haremos sea imagen de nuestra oración especial por el Monasterio cisterciense de la Madre de Dios de Buenafuente del Sistal, por las vocaciones monásticas y por tantos que nos han pedido los recordemos ante ti. Amén.