JESÚS ES NUESTRO LIBERADOR. El mismo Jesús, al personalizar la parábola del Buen Pastor, asegura: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”. “Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. San Pablo dice: “Gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, que se entregó por nuestros pecados para librarnos de este perverso mundo presente, conforme al designio de Dios, nuestro Padre”

TIEMPO DE SABERSE ACOMPAÑADO. El secreto de Jesús es saberse no solo amado por los suyos, por su madre, los apóstoles, los discípulos y las mujeres que le acompañaban, sino también, y sobre todo, por su Padre. La llamada más radical al seguimiento evangélico no pide un intento sobrehumano, sino una opción de seguir detrás de Jesús.

TIEMPO DE DEJARSE PERDONAR. Es necesario aceptarse a uno mismo, y no como tolerancia, sino desde una dimensión teologal, por haber sido hecho a imagen de Dios. Los textos que hoy se proclaman fundamentan la estima que debemos tenernos. No es solución despreciarse a sí mismo, tampoco la falta de aceptación personal, si se confiesa que el Señor nos acompaña, nos cuida, y busca lo mejor para cada uno.

TIEMPO DE GRACIA. La Iglesia ofrece entrañablemente el sacramento del perdón, y quien lo celebra gusta la gracia de Dios, experimenta la anchura de corazón, siente la paz interior, se libera de arrastrar el fardo pesado de la mala memoria. Tan solo hace falta reconocerse pecador.

JESÚS ES LA VERDAD. Frente a toda ideología, la revelación de Jesucristo es un ofrecimiento universal, más allá del origen de cada persona. En un momento solemne, Jesús le responde al apóstol Tomás: “Yo soy el camino y la verdad y la vida”

TIEMPO DE RECONOCER A JESUCRISTO. Cuando Jesús acudió a Betania, una vez que había muerto su amigo Lázaro, se encontró con Marta, su hermana. Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». «Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees esto? Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». 

IV Jueves Cuaresma 2024

Desde el primer momento, Jesús se presenta proclamando el “año de gracia del Señor”. En Él se cumplen las profecías. Si en algo destaca la conducta del Nazareno, es precisamente en su actitud compasiva, misericordiosa, entrañable, sobre todo para quien se arrepiente de su pecado y reconoce humildemente su debilidad. María canta que Dios “enaltece a los humildes”.

El salmista valora la ley del Señor más que el oro: “Mi alegría es el camino de tus preceptos, más
que todas las riquezas. Más estimo yo la ley de tu boca que miles de monedas de oro y plata. La Cuaresma es tiempo propicio para la escucha de la Palabra, para discernir lo que Dios quiere para cada uno.

El Evangelio nos invita a ser tierra buena, labrada, humedecida, para que la semilla enraíce y dé fruto. “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos.

Isaías 65,17-21; Salmo 29; Juan 4,43-54 “Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento. Regocijaos, alegraos por…

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