Peregrinos en Tierra Santa

Ser peregrino en la Tierra de Jesús corre el riesgo de visitar únicamente los lugares más emblemáticos y dejar de conocer la vida diaria de los cristianos que integran las diversas presencias que mantienen las Congregaciones religiosas en Tierra Santa.

Al visitar la piscina de Betesda, nos hemos sorprendido al ver la exposición que se mostraba el 19 de junio en los jardines del entorno de la iglesia de Santa Ana, regida por los PP. Blancos. Se  convocaban allí todos los carismas contemplativos y monásticos presentes en la tierra de Jesús.

Peregrinos en Tierra SantaLas monjas y los monjes de las diferentes Órdenes y Congregaciones exhibían su trabajo artesano y comunicaban su carisma. Así, se podía leer en los distintos puestos: “Monjas Carmelitas del Pater Noster”; “Clarisas de Nazaret”, “Benedictinos de la Dormición de María”, “Hermanitas de Belén”; “Hermanitas de Jesús”; “Congregación del Verbo Encarnado”. Al llegar a la mesa de las religiosas de Nuestras Señora de Matará, un religioso con su guitarra incendió nuestro grupo español, que entusiasmado daba voz a la conocida canción “¡Que viva España!”

Ha sido en Nazaret, en la visita a la capilla de san Carlos de Foucauld, donde hemos sido testigos de la presencia de un joven “Hermanito de Jesús”, quien nos introdujo en la vida de su fundador, recién canonizado por la Iglesia. El rostro luminoso, acogedor y sereno del religioso nos transmitió lo que significa desear vivir a la manera del Nazareno la vida diaria. “Dios no es solo el de los domingos, sino de todos los días”. Y al final, contemplando los últimos momentos de Jesús en la Cruz, rezamos la oración del abandono que escribió Foucauld.

Al llegar a Cafarnaúm, sabíamos de la presencia discreta, retirada, orante, que lleva Mons. José Vilaplana, obispo emérito de Huelva, que una vez que el Papa aceptó su renuncia, se ha retirado a las orillas del Lago de Galilea para contemplar los hechos y dichos de Jesús en  el pueblo de san Pedro. D. José nos dirigió unas palabras, y resaltó el gesto de la curación de la suegra del apóstol Pedro para decir que ante la debilidad, la enfermedad y la necesidad, Jesús alarga su mano y nos levanta de la postración. Al final, subido al autobús del grupo de peregrinos de la parroquia de Nuestra Señora del Huerto de Pamplona, nos bendijo y se volvió al convento de  franciscanos, donde cada día se une a los tres frailes en sus oraciones y trabajos.

Saludar como a un amigo a Daniel en Belén, o a Dimitrios, en Jerusalén, cristianos palestinos; cruzarse por las calles de Jerusalén con religiosas que viven en la ciudad y saludarlas con afecto; hospedarse como en casa propia en las Franciscanas Misioneras de María, junto a la Puerta de Damasco; escuchar en vivo cómo se desarrolla la pertenencia de un miembro de un kibutz; abrazar al fraile Jorge, natural de Ghana, que cuida la Basílica de la Anunciación; visitar la catedral de los melquitas, inmersión icónica, y la de los armenios, donde se conmemora el martirio del apóstol Santiago, es una forma distinta de peregrinar, además de venerar los lugares del nacimiento de Jesús , el Monte de los Olivos, el Monte Sión, y el Santo Sepulcro.

Parece un sueño poder estar a las orillas del Lago de Galilea, sin prisa, mecido por sus aguas, acariciado por la brisa, sentir la templanza del clima, hacer oración con el rumor de las olas, extasiarse en el reflejo de la luz del sol al atardece… Pasan los días, y la memoria recrea la presencia del Maestro por las calles de Cafarnaúm.

AutorMeditación

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