Señora, de ti se dice que te turbaste, y que el Ángel del Señor te dijo: “No temas”.
De ti, también se dice que hubo momentos en los que no llegabas a comprender
el sentido de las palabras de tu Hijo.
No se priva el autor sagrado de señalar que viviste momentos de angustia,
y que preguntaste al cielo sobre cómo iban a suceder
los acontecimientos de tu maternidad.
Seguro que entonces comprendes ahora nuestras dudas,
nuestra turbación y hasta nuestra angustia, ante lo que nos está sucediendo.
Nos asalta el miedo al contagio y a la muerte,
el miedo a la pérdida del trabajo y a la estabilidad familiar,
el miedo a las relaciones humanas.
Resuenan las palabras del Ángel y las mismas de tu Hijo resucitado:
“No tengáis miedo”. “Por qué teméis”.
Pero nos sentimos débiles, vulnerables.
La Pandemia nos ha llevado al recinto doméstico,
a la vida interior, a los gestos humildes,
a la solidaridad del corazón, a la plegaria.
Virgen María, fortalece nuestra debilidad.
Virgen de la Misericordia intercede por nosotros.
Madre de todos, se nos ha agotado el vino de la alegría,
de la serenidad, y sentimos la tentación de la desconfianza.
Sabemos que todo tendrá sentido.
Queremos apostar porque esta dura realidad nos conducirá a algo mejor.
Virgen de los Dolores transforma nuestros miedos en esperanza
y no desoigas las oraciones de los que te suplican.