Mimética presencia, hecha silencio.
Naturaleza pétrea, éxtasis pleno.
Belleza ante los ojos derramada.
La firma, sin dudarlo, es del cielo,
Presencia, hecha plegaria milenaria,
halo humano, al tiempo del misterio,
a la Mare de Deu, virgen morena,
el canto secular de monjes negros.
Montaña ¡qué bien guardas el secreto!
de anhelos y miradas escondidos
del corazón herido, peregrino,
De pies llagados, descalzos, ungidos.
No sé decir la atmósfera que envuelve
el recio santuario entre macizos,
de cárdenos, enhiestos roquedales,
entre soledades y recios pinos.
Quiero unirme al himno y a la danza,
a los haces de luz de voces blancas,
que traspasan la bóveda terrena,
a melismas de voces gregorianas.
Según recé en otros santuarios,
a la Señora le dejé los ruegos
Y ella reiteró lo prometido:
¡No tengas miedo! ¿Por qué tienes miedo?
Montserrat, 17 de febrero, 2020