Desbordando en mí tus cuidados buenos,
viña me hiciste, Señor, por antojo.
Injertaste en mi carne tu semilla.
Labraste mi parcela, generoso.
Albergaste esperanza de mi fruto.
Descantaste y podaste mis desvíos.
Cuidaste con desvelo mi recinto.
Protegiendo mi historia de delirios.
No obstante, tantas veces que viniste
a gozar la cosecha de mis vides,
tuviste que marcharte entristecido,
al sentir mi respuesta un tanto estéril.
Mas no cediste ante el agraz injusto,
y decidiste enamorar mi huerto,
por si te daba fruto sazonado,
que alegrara la mesa del banquete.
Y frente al riesgo de cosecha amarga
Tú mismo resolviste hacerte fruto,
Vino bueno en el brindis de la boda,
convirtiéndome en soto de recreo.
Tómame entonces como agua de tu vino.
Cólmame de tu aliento mi vacío,
y a la hora precisa de tu brindis,
sea en ti vino bueno y ofrecido.
No sabré si mi hacer te dio contento,
mas si sé que me diste perdonanza.
Líbrame de hacer vano tu desvelo,
y que unido a ti me ofrezca festivo.
Injerta, poda, bina, cava, escarda,
cuida, amoroso la obra de tus manos,
que sea para ti signo visible
del mimo hacendoso y artesano.
No permitas me convierta en agraces,
ni que sea el vinagre de tu Cruz.
Úneme al cáliz santo de tu cena.
Fúndeme en el vino de tu ofrenda.
Madrid, 18 de julio, 2019