Cuarto Evangelio 3“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.” (Jn 3, 16-17)

COMENTARIO

Hemos observado que el eje transversal del Cuarto Evangelio es mantenerse en actitud de búsqueda, pero a su vez se descubre que, por parte de Dios, no es una búsqueda especulativa, ni egoísta, sino enamorada. Para eso ha venido Jesús al mundo.

En el prólogo de este Evangelio es donde se revela la identidad del que viene en el nombre del Señor. Juan Bautista lo señala como Cordero de Dios, y en concreto, dice: «En medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia» (Jn 1, 26-27). Y más adelante, el Precursor se identifica: “«Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él.» “El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud” (Jn 3, 28-29).

La referencia a las sandalias no es casual, ni su significado queda reducido a un gesto de humildad. Significa que Juan Bautista no suplanta a Jesús, porque este es el que tiene derecho a la esposa, que es toda la humanidad, y en concreto, la Iglesia.

El Verbo de Dios se hace carne, el Verbo de Dios revela el amor divino y asume la naturaleza humana como opción de amor. Creer en el Evangelio, como dice el papa Benedicto XVI, es un acontecimiento: haberse encontrado con Jesucristo. Un cristiano de verdad es un enamorado de Jesús. Así lo testimonian los santos.

PROPUESTA

¿Te sientes amado de Dios? ¿Amas a Jesús?

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