“A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1, 18).

COMENTARIO

Parteluz catedral Santiago CompostelaAl introducirnos en la contemplación del Cuarto Evangelio, observamos que, desde el comienzo, el texto hace referencia al Hijo de Dios, a la Palabra que estaba junto a Dios, vuelta hacia Él. Jesús, el Hijo amado, metido en los pechos del Padre, nos dará a conocer a Dios. En varios momentos del Evangelio, Jesús asegura: “Yo hablo lo que he visto donde mi Padre” (Jn 8, 38).“Todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15, 15). San Juan de la Cruz llega a decir: “Ahora, a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez. En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar.”

Un punto de partida en este Evangelio es la contemplación de Dios del Verbo divino. En Jesús se nos revela la humanidad divinizada. En el mismo prólogo del Evangelio, san Juan Bautista afirma: «Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo” (Jn 1, 32-33). Se nos invita a contemplar, como dirá san Juan en su carta: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos” (1Jn 1, 1-3).

Sorprende la narración teresiana, al describir la visión que tiene en Sevilla. “Vi a la Humanidad sacratísima con más excesiva gloria que jamás la había visto. Representóseme por una noticia admirable y clara estar metido en los pechos del Padre” (Vida 38, 17).

PROPUESTA

Al leer el Evangelio, ¿eres consciente de que tienes en tus manos la carta de amor que te escribe Dios?

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