Revísteme con tu manto pródigo,
revísteme de tu misericordia.
Pon sobre mí tu Espíritu Divino,
la entrañable relación de hijo.
Revísteme, una vez más, con tu mirada,
querida, inmerecida, y malgastada.
No retires de mí el abrazo amigo.
No permitas que me distancie el frío.
Revísteme con tu ternura, Padre,
que no retrase esclavo mi retorno.
Reconozco tu amor que es infinito,
a pesar de lo más íntimo mío.