TEXTO BÍBLICO
“Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: “Padre Abrahán, ten piedad de mí” (Lc 16, 19-24).
COMENTARIO
La parábola “del rico y del pobre Lázaro” encierra una doble enseñanza. Una, si nos fijamos en el destino de Lázaro; otra, si observamos el final del rico. Mientras que el pobre, del que no se dice ni siquiera que fue enterrado, fue llevado por los ángeles al cielo porque sufrió mucho en vida, el rico, aunque se le rindieron pompas fúnebres, fue condenado. No se dice nada de que Lázaro ofreciera su penosa situación, sino que por haber padecido es llevado al seno de Abraham. Al rico se le condena por su falta de solidaridad.
REDIMIDOS
Asociarse a la Cruz de Jesucristo por haber compartido sus padecimientos será un título que acredite la identidad de quien, atravesada la frontera de la muerte, se presente ante Dios. En la hora suprema recibirá el título de bienaventurado por haber sufrido mucho en vida. En los tiempos que corren muchos están sometidos a una pobreza extrema, pero para los demás no debe ser consuelo el veredicto divino de que son bienaventurados. A todos se nos pide solidaridad con los que menos tienen y pasan necesidad. Al hacer los presupuestos debería haber una previsión para ayuda de los más pobres.
PROPUESTA
¿Compartes tus bienes?