EVANGELIO
“El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”. Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”. Cuando oscureció…” (Mt 20, 1-7)
COMENTARIO
El evangelista cita seis momentos del día en los que es posible que pase el dueño de la viña y se encuentre con los trabajadores. Las horas coinciden con los momentos de oración en los que la Iglesia se cita cada día a elevar la alabanza: laudes, tercia, sexta, nona, vísperas y completas, como si la Liturgia quisiera hacer de recordatorio del paso del Señor.
Pero no solo coinciden los momentos señalados con las horas litúrgicas, sino que también se pude encontrar eco en los momentos en que cabe que se anuncie la llegada del novio a la boda: “Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!»” (Mc 13, 35-37).
Si nos fijamos en los momentos de la Pasión de Cristo y en los que el Resucitado se deja sentir por sus discípulos, encontramos también alguna concurrencia con las mismas horas, pues según los evangelios, Jesús a la hora de sexta fue crucificado y a la nona, murió; al atardecer fue enterrado y resucitado, se deja ver al amanecer, a media mañana, al atardecer y llegada la noche.
De esta concurrencia de citas se desprende que deberemos estar atentos y vigilantes. Pero, además, hay otra posible interpretación. Dios puede llamar a distinta edad. Así se comprueba en la historia de los santos y de los conversos. Nadie puede decir que ya no tiene edad para iniciar el camino de seguimiento. Abraham recibió la llamada para salir de casa a los 75 años; Moisés comenzó el Éxodo a los 80 años, Miguel Ángel pintó la Sixtina a los 80 años. Hoy, si escuchas su voz, no endurezcas el corazón ni te justifiques en que ya no tienes edad para amar.