XIV.- JESÚS ES SEPULTADO
Misión cumplida. El que ha venido a revelar el amor de Dios ha llevado a culmen su encargo, muriendo para perdón de los pecados de toda la humanidad, como había profetizado Caifás, que era sumo sacerdote aquel año: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera». Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos (Jn 11, 49-52).
Jesús es sepultado con el ceremonial de una noche de bodas, envuelto en sábanas y con los perfumes de mirra y áloe, que son los perfumes del novio. Nunca sabremos cuánto tiempo estuvo el cuerpo del Señor en el sepulcro, una vez que se corrió la piedra. Sí conocemos las últimas palabras que intercambiaron Jesús y el ladrón crucificado a su derecha: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 42-43).
TIEMPO DE ESPERA
El Evangelio de hoy nos sitúa en las inmediaciones de las fiestas pascuales: “Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse” (Jn 11, 55). Nosotros estamos a las puertas de Semana Santa. Subamos también a las celebraciones pascuales con la seguridad de quienes creemos en Aquel que dio su vida por amor, y desde entonces la muerte no es el final de la vida.
Volvamos al seno materno, a las manos que nos formaron, a las entrañas de Dios, al amor primero, al origen de nuestra existencia, al amor divino. Recuerda las palabras del profeta: “Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré” (Jer 1, 5).
PROPUESTA
En los momentos que te parecen más oscuros, ¿te atreves a confiar en la Providencia divina?