
No solo cabe despojar a una persona físicamente; a veces es más vejatoria la calumnia, el comentario insinuante de algún comportamiento personal, que acarrea pérdida de la fama y del honor. Los contemporáneos de Jesús pensaban mal de Él y comentaban noticias para desprestigiarlo. “Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse?” (Jn 8, 22)
A Jesús lo tacharon de comilón, borracho, endemoniado, blasfemo, agitador, amigo de pecadores. Lo tuvieron por proscrito e impuro. Y estos pensamientos llegaron a ser acciones violentas, como las que Él anticipó: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada» (Jn 8, 28).
DESPOJAMIENTO
La prueba más dolorosa es verse sin honor, y aún más si es en presencia de los tuyos. El que va a ser
San Pablo describe de manera sobrecogedora esos momentos en los que Jesús queda en la mayor intemperie y desnudo: “Se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz (Flp 2, 7-8).
PROPUESTA
¿Cómo vives los momentos en los que te ves desestimado?