
“Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará” (Isa 11, 1).
ACOMPAÑAMIENTO
Desde la visión restauradora del jardín primero, con atención a la necesidad de cuidar la casa común de toda la humanidad, iré considerando los distintos árboles que aparecen en la Biblia, relacionándolos con el Adviento como si fueran iconos de la naturaleza que nos permiten contemplar la verdad, la bondad y la belleza de todo lo creado y que anuncian la restauración redentora por medio de María, a ella se aplica el texto profético: “Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad. Crecí como cedro del Líbano, y como ciprés del monte Hermón, crecí como palmera de Engadí y como rosal de Jericó, como olivo hermoso en la pradera y como plátano junto al agua. Perfumé como cinamomo y espliego y di aroma como mirra exquisita, como incienso y ámbar y bálsamo, como perfume de incienso en el santuario.” (Eco 24, 10-17)
El jardín que Dios plantó y en el que puso al primer hombre, guarda estrecha relación con el jardín en el que el Resucitado, nuevo Adán, se encuentra de nuevo con la humanidad, en la mujer María Magdalena. Contemplando el verdadero jardín de Dios, la doncella de Nazaret, consideraremos los árboles del bosque, preludio y anticipo de la Navidad.
Sorprende que en Alemania los presbiterios de las iglesias se llenen de árboles, y en tantos hogares, el árbol de Navidad se convierta en centro de luz en la estancia más cálida. Con el cántico de los tres jóvenes iremos dando voz a los testigos silenciosos que proclaman a quien es el Señor de todo: “Montes y collados, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. Todo lo que germina en la tierra, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente” (Dan 3, 75-76). “Exulte el campo y cuanto en él existe, griten de júbilo todos los árboles del bosque” (Sal 96, 12).
INVITACIÓN
Te invito a que entremos en las espesuras del bosque que aclama y canta la presencia del Señor