
Queridos amigos:
El siglo pasado, en 1964, san Pablo VI eligió a san Benito patrono de Europa, el primero de todos y el más antiguo, ya que murió el año 547 en el Monasterio de Montecasino, por él fundado.
La Regla de san Benito, que ordena nuestra vida y orienta nuestra espiritualidad, destaca por ser profundamente humana. Es decir, san Benito conoce la naturaleza humana y se muestra a la vez misericordioso con las debilidades y firme en las correcciones. Los estudiosos dicen que la esencia de la Regla son la moderación y el equilibrio. No hay ningún capítulo superfluo, a pesar de la distancia histórica y cultural. Es provechosa para el hombre de hoy, pues se considera una buena norma de vida, no sólo para los monjes. Hace una justa distribución del día entre la oración, el trabajo y el descanso y procura la alternancia entre el trabajo físico e intelectual. Es la forma de vida llamada ora et labora. Y, además, es breve. Por tanto, como dice el refranero, “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
En estos momentos convulsos en que sufrimos las graves consecuencias de la pandemia actual, aceptemos el consejo de san Benito y guardemos nuestra lengua de la maledicencia. Esforcémonos en “decir bien”, en bendecir a Dios con nuestras palabras y con nuestra vida. Sin miedo a nuestras pobrezas, recordemos lo que nos dice san Pablo: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad” (Rom 8, 26).
Con el deseo de que cada día conozcamos un poco más de san Benito, nos despedimos con esta expresión de san Pablo que nos llena de gozo el corazón: “¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y prudencia el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones, que incomprensibles sus caminos!” (Rom 11, 33).
Seamos felices y ayudemos a ser felices a los demás,
Vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal