PROYECTO
Durante la Cuaresma, desgranaré sucesivamente tres series de reflexiones. La primera tendrá relación con las profecías y veremos cómo se anticipan en la Biblia los días de la Pasión de Cristo. En la segunda me detendré en los Pasos de Pasión y en la iconografía que el pueblo cristiano venera con piedad. Y en la tercera seguiré las estaciones clásicas del Via Crucis, hasta llegar al Triduo Pascual.
PROFECÍA DE LA PASIÓN (I)
“El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Mi defensor está cerca, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos, ¿quién me acusará? Que se acerque. Mirad, el Señor Dios me ayuda, ¿quién me condenará? (Isa 50, 5-9)
COMENTARIO
Leyendo el relato de Isaías, contemplamos el proceso que sufrió Jesús en manos de los soldados, la noche del prendimiento.
Al comienzo de la Cuaresma se nos llama a la conversión, pero cabe que reduzcamos este tiempo a prácticas ascéticas, que no es malo. El secreto del camino que emprende Jesús, que le llevará a la Cruz, nos lo revela el profeta: “Mirad, el Señor Dios me ayuda”.
No deseo relativizar el sufrimiento que padeció Jesús en los días de su Pasión. Tenemos el testimonio de los mártires que admiraron hasta a los paganos por el modo en que murieron, gracias a la fuerza que recibieron de Dios. Jesús no fue un voluntarista sino que es el Hijo amado de Dios. Solo se puede entender la ofrenda del Crucificado desde la certeza del amor de su Padre.
PREGUNTA
¿Inicias el camino de forma empeñativa, o como respuesta a la gracia?