Virgen del Arca de la Alianza

Virgen del Arca de la Alianza“Señor, tú que penetras el corazón de todos, muéstranos a cuál de los dos has elegido para que ocupe el puesto de este ministerio y apostolado, del que ha prevaricado Judas para marcharse a su propio puesto». Les repartieron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles” (Act 1, 24-26).

San Pedro tenía poder para elegir al sucesor del discípulo traidor, pero a propuesta de la comunidad, los discípulos prefirieron apostar por la Providencia divina, para que el Espíritu les mostrara quién debía ser el elegido. Y después de echar a suertes, resultó designado Matías, por haber sido testigo de la Resurrección de Jesús.

La decisión de los apóstoles de abandonarse a una señal providente para determinar al sucesor de Judas, me lleva a considerar cómo a lo largo de la historia, Dios se ha manifestado con diversas señales para revelar a su pueblo su voluntad y su alianza, la promesa de acompañarlo.

Al principio, en tiempos de Noé, cuando según el texto bíblico sucede el diluvio universal, aparece Dios con la señal de paz, colgando su arco de guerrero en lo alto del firmamento, como señal permanente de que Él es Dios de paz, y no cazador contra el hombre. “Esta es la señal de la alianza que establezco con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra” (Gn 9, 12-13).

En otro momento, Dios promete defender a su pueblo, y Gedeón le pide una señal: «Si vas a ser tú el que salve a Israel por mi mano, según has dicho, mira, voy a dejar un vellón de lana en la era. Si cae rocío únicamente sobre el vellón, y todo el suelo queda seco, sabré que salvarás a Israel por mi mano, tal y como has dicho». Así ocurrió. Se levantó de madrugada, estrujó el vellón y exprimió el rocío del vellón, llenando una cazuela de agua. (Jue 6, 36-40) El rey Ezequías le dijo al profeta: «¿Cuál será la señal de que el Señor me va a curar y de que, al tercer día, subiré al templo del Señor?». Isaías respondió: «Esta será la señal enviada por el Señor de que cumplirá lo prometido: ¿Avanzará o retrocederá la sombra diez grados en el cuadrante? (2Re 20, 8-9)

Dios, en su providencia, anuncia los acontecimientos salvíficos con señales: “El Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel.” (Is 7, 14) “Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». (Lc 2, 12) “Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz” (Apc 12, 1-2).

Hoy nos podemos preguntar qué señales nos está dando Dios para que tomemos conciencia de que nos acompaña su providencia amorosa. Quizá necesitamos despertar, abrir nuestros ojos a señales que Él nos envía y que no sabemos interpretar. Sin duda que la pandemia no puede ser algo indiferente para el que cree, ni solo algo a combatir. Se ha convertido en señal que denuncia nuestras prepotencias y nos hace evidente nuestra fragilidad. Más que nunca descubrimos que dependemos de Dios, y no solo de las estrategias humanas, que se sienten desbordadas por lo inimaginable. En los momentos más dramáticos de la historia, Dios ha enviado señales por medio de María, su Madre. El papa nos invita a invocarla. Ella es la señal portentosa, la mujer vestida de sol. Sepamos ver su mano grande en los pequeños signos providentes que nos acontecen.

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