TEXTO BÍBLICO
“Los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Pedro entonces comenzó a exponerles los hechos por su orden, diciendo: «Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión. En aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres enviados desde Cesarea en busca mía. Entonces el Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía “Manda recado a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro; él te dirá palabras que traerán la salvación a ti y a tu casa”. En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio”. Pues, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?».” (Act 11, 1.4-5.11-17)
COMENTARIO
Desde los albores del cristianismo, los discípulos, guiados por el Espíritu Santo, comprendieron que la noticia de la Pasión, muerte y resurrección de Jesucristo era un acontecimiento para ser anunciado más allá de las fronteras de Jerusalén. Sin embargo, también hubo resistencia por parte de los judeo-cristianos, quienes veían la fe en Jesús como una adición a la religión judía.
Gracias a la visión de Pedro, a su obediencia al Espíritu y a la efusión que los gentiles recibieron por la fuerza del Espíritu Santo, nosotros mismos nos convertimos en destinatarios del Evangelio.
La Iglesia y los cristianos tienen la vocación permanente de expandir, sin imponer, la verdad de la revelación: Jesucristo, resucitado de entre los muertos.
PROPUESTA
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