
Testigos
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella. A los ocho días vinieron a circuncidar al niño,
El nombre que Isabel y Zacarías ponen a su hijo significa, según distintas interpretaciones: “Dios nos ha hecho misericordia”, “Dios es misericordia”; “El fiel a Dios”. En un principio, Juan creció en un ambiente cultual; su padre era de la casta sacerdotal, y él podría haber sido igualmente sacerdote. Sin embargo, se emancipó de su familia y marchó al desierto.
Por aquellos días, en el desierto vivían los monjes esenios. Eran sectarios, y se oponían el Templo; pero Juan se mantuvo fiel (El fiel a Dios), aunque apartado del sistema social. Predicó la conversión y fue escogido por Dios para ser mensajero, precursor del Mesías.
El Bautista nunca tuvo pretensiones protagonistas, y en todo momento supo quién era. “Yo no soy quien
Juan pudo engreírse y caer en la trampa de la vanidad orgullosa, pero se mantuvo discreto, y sobre todo supo desprenderse hasta de sus discípulos, para que se convirtieran en seguidores del Maestro de Nazaret. Hubiera sido normal que deseara seguidores; sin embargo, cuando los tuvo, los orientó hacia el que era en verdad el Mesías.
Al acercarnos a la Navidad, el testimonio de Juan nos invita a dar protagonismo a quien es el único Señor, y a no caer en la trampa de la vanidad que nos puede producir incluso el consumo.