
Testigos
Cuando en las peregrinaciones nos acercamos a la ciudad de Nazaret, el texto que hoy se proclama en la Liturgia de la Palabra nos da ocasión para reflexionar sobre el silencio de María y de José, y llegamos a comprender que “el silencio dio lugar a la Palabra”.
No consta que la Nazarena contara a José el acontecimiento de la Encarnación, aunque el tiempo iba
El ángel del Señor alivia la situación, pues revela a san José el misterio de la maternidad de su esposa. De esta manera, la Palabra es alumbrada en medio del silencio, con el obsequio de la fe. Dice el texto revelado, y se aplica al Misterio de la Navidad: “Cuando un silencio apacible lo envolvía todo | y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real” (Sab 18, 14-15).
El desierto es el lugar de la Palabra; el vacío es la condición para recibir el don; el silencio dio lugar al acontecimiento; la fe deja experimentar la Providencia; Dios se deja sentir por los humildes, sencillos, y obedientes. San José fue testigo de la acción divina.