2Re 5,1-15a; Salmo 41; Lucas 4, 24-30

TEXTO BÍBLICO

Rio Jordan III Lunes Cuaresma 2024

Río Jordán

“Llegó Naamán con sus carros y caballos y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo. Envió este un mensajero a decirle: «Ve y lávate siete veces en el Jordán. Tu carne renacerá y quedarás limpio». Sus servidores se le acercaron para decirle: «Padre mío, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: “Lávate y quedarás limpio”!». Bajó, pues, y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio. Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando: «Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel» (2Re 5,9-15).

TIEMPO DE SANAR

La recomendación del profeta Eliseo a Naamán para que se lave en el Jordán, se puede interpretar como profética, en cuanto que, en el Nuevo Testamento, el río Jordán y el bautismo en él de Jesús se convierten en ofrecimiento sacramental por el que se nos perdonan todos los pecados, y volvemos a ser como niños pequeños, limpios, sin mancha, hijos de Dios. El mandato del Maestro a sus discípulos será: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará” (Mc 16,15).

JESÚS NOS SANA Y NOS CURA

En los Evangelios hay numerosos ejemplos en los que Jesús aparece curando diversas enfermedades, incluso la lepra. “Los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados»” (Mt 11,4-6). En otro momento, “se le acerca un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio” (Mc 1,40-42). De bien nacidos es ser agradecidos. Cada vez que necesitemos lavarnos en el sacramento de la misericordia, acerquémonos con confianza, y seamos agradecidos.

PROPUESTA

¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué gimes dentro de mí? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío» (Sal 41,6).

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