¿Qué tiene el tiempo,
que sin existir todo lo abarca?
¿Quién no percibe la espera
o el ayer de los días?
¿Por qué se augura o se maldice
el instante pasajero?
¿Si todo pasa,
por qué anhelar el viento?
Y tengo entre los dedos
el fluir de lo que ya no existe
Y me aferro a lo que quizá
acontezca, para marcharse.
Si sé que se irá, sin más
remedio.
No puedo anclar mi vida en el momento,
en un instante fugaz
de espuma engañadora.
No vale exigir eternidad al tiempo.
Lo eterno no se mide, permanece.
El tiempo es lo caduco inapresable.
La hoja brota verde, para caer dorada.
No puedo estar a merced de lo caduco,
No puede ser que viva, para morir tan solo.
No puedo ser testigo de lo que pasa,
Algún presente me espera, ya sin tiempo.
¿Quién es el ahora sin medida?
¿Quién el que inicia y cierra el crono?
Y se oye el eco de una voz profeta,
El alfa y el omega de la historia.
Solo Él es sin principio y sin término.
Solo Él es puerto de inicio y de retorno.
Si he salido con la brisa, y atravesé la noche,
Él me espera al alba de luz sin mengua.
Ya no hay tiempo, hoy es sin ocaso.
El ahora es ya siempre, sin miedo.
Si espero soy profeta de lo eterno.
Los sucesos pasan, Él permanece.
Quiero vivir sin rasgar la hoja,
Estoy hecho para lo eterno,
Para vivir sin nostalgia y sin sospecha.
Quiero vivir en Él, ya sin tiempo.