LA CRISIS DE GALILEA

Cuarto Evangelio 21 “Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios»” (Jn 6, 60-69).

COMENTARIO

Llega un momento en el que el seguimiento evangélico se debe purificar. Si se ha optado por una forma de vida cristiana por razones sociales, económicas o laborales, si no desemboca en una opción de amor por Cristo, se hace imposible la pertenencia total al Señor.

Jesús denuncia: “En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre” (Jn 6, 26-27).

A veces hay que llegar al límite para tomar conciencia de lo que nos mueve a vivir como lo hacemos y para que analicemos nuestras inercias y ritmos con los que queremos justificarnos. O nos identifica la opción de seguir a Jesús, o nuestra religiosidad no llega a ser enteramente cristiana.

PROPUESTA

Como el apóstol Pedro, apostemos por Jesús, solo Él tiene palabras de vida eterna.

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