LA SAMARITANA
“Llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber». Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?»” (Jn 4, 5-9).
COMENTARIO
Observamos las coordenadas de tiempo y de lugar que enmarcan el pasaje de la samaritana. A la hora de sexta, junto al pozo de Jacob, a la misma hora en la que Abraham recibió la visita de Dios en figura de tres jóvenes, a quienes hospedó. A la hora sexta, gritará Jesús en la Cruz: “Tengo sed”. La concurrencia de tiempos ayuda a interpretar el “dame de beber”.
Si Nicodemo interpretaba de forma literal las palabras del Maestro “tenéis que nacer de nuevo”, en esta escena también se corre el riesgo de traducir la sed de Jesús y la expresión “dame de beber” en sentido material, cuando tiene un profundo sentido teológico.
Para comprender mejor el texto es bueno leerlo a la luz del pasaje del Génesis: “Aquí estoy junto a la fuente, mientras las muchachas de la ciudad salen a sacar agua; la muchacha a la que yo diga: “Por favor, inclina tu cántaro para que beba” y que me responda: “Bebe y también abrevaré tus camellos”, esa sea la que has destinado para tu siervo Isaac. Así sabré que muestras benevolencia con mi amo» (Gen 23, 13-14). La conjunción de varón, agua y mujer es un tríptico que se evoca para narrar escena esponsales. Jesús, sentado junto al pozo, al dirigirse a la samaritana pidiéndole de beber, declara, no en sentido literal, sino como revelación, el amor universal de Dios a judíos y a samaritanos.
PROPUESTA
¿Tienes sed de Dios?