
NATANAEL
COMENTARIO
Como onda expansiva, se extiende la llamada de Jesús a los primeros discípulos. Andrés se lo dice a Pedro; Juan se lo dice a Santiago; Felipe se lo comunica a Natanael, quien se resiste a dar fe a que un nazareno pueda ser bueno.
El encuentro de Jesús con Natanael revela hasta dónde se ha rebajado el Señor. No solo se avecina en la “Galilea de los gentiles”, sino que toma el gentilicio del pueblo desconocido y de mala fama: Nazareno.
Jesús revela el final de la creencia de que la salvación viene por la ley. La higuera es símbolo de la ley. Natanael es un practicante ortodoxo, “un israelita de verdad”. Por ello lo conoce Jesús. Pero se termina el tiempo de creerse justo por ser cumplidor de los preceptos de la Antigua Alianza. Quien salva es Jesús.
En otros Evangelios se citan referencias a la higuera. Zaqueo, corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». (Lc 19, 4-5). En otro pasaje leemos: “Cuando salían de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas, y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: «Nunca jamás coma nadie frutos de ti»” (Mc 11, 12-14). Parece injusta la sentencia de Jesús, y sin embargo, revela que la salvación no viene de subirse a la higuera ni de quedar a su sombra, pues solo tiene hojas, sin fruto. El Salvador, como confiesa Natanael, es Jesús: “Tú eres el Hijo de Dios”.
PROPUESTA
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