Al principio de la historia de la Iglesia, se consideraba santos a los mártires. San Martín de Tours (315-397) fue el primer santo reconocido por la Iglesia que no sufrió martirio. Fue soldado, converso, monje y obispo. Es conocido por su gesto magnánimo de partir su capa para que un pobre, que estaba a las puertas de la ciudad de Amiens, pudiera protegerse del frío. Poco después, vio a Jesucristo llevando la media capa que él había dado al pobre.
Sulpicio Severo escribe la vida de san Martín, de él dice: «¿Por qué nos dejas, padre? ¿A quién nos encomiendas en nuestra desolación? Invadirán tu grey lobos rapaces; ¿quién nos defenderá de sus mordeduras, si nos falta el pastor? Sabemos que deseas estar con Cristo, pero una dilación no hará que se pierda ni disminuya tu premio; compadécete más bien de nosotros, a quienes dejas». Entonces él, conmovido por este llanto, lleno como estaba siempre de entrañas de misericordia en el Señor, se cuenta que lloró también; y, vuelto al Señor, dijo tan sólo estas palabras en respuesta al llanto de sus hermanos: «Señor, si aún soy necesario a tu pueblo, no rehúyo el trabajo; hágase tu voluntad»(Oficio de Lecturas).
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