
TEXTO EVANGÉLICO
CONSIDERACIÓN
Observa la descripción que el evangelista hace del ciego: está fuera de la ciudad, es un mendigo, hijo de un hombre de mala fama (Bartimeo), sentado, al borde del camino, pidiendo limosna. Con esos detalles se quiere señalar a una persona marginal, destruida, pobre, sin remedio, que padece enfermedad crónica…
Por ese escenario pasa Jesús y el ciego grita la súplica desgarrada: “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!” El grito que llegó a los oídos del Señor, quien mandó llamarlo. Y rostro a rostro, el Maestro le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?” Lógicamente, el ciego pide ver. Pero lo que adquiere no es solo la vista material, sino la fe y la adhesión total a la persona de Jesús.
Cuando se ve con los ojos de la fe, se es capaz de dar el salto, abandonar la postración, y convertirse en seguidor y discípulo de Aquel que va a entregarse por amor para redimir a toda la humanidad. Si el punto de partida era el icono de una persona deshecha, el relato culmina con la figura de quien camina detrás de Jesús.
PROPUESTA
¿Te sientes incurable? ¿Te abandonas a tu suerte? ¿Suplicas al Señor en tu dificultad?