TEXTO EVANGÉLICO
“Dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».” (Mc 7, 31-37)
CONSIDERACIÓN
Observa dónde se localiza la acción de Jesús que señala el evangelista; está fuera de Israel, tierra pagana, y el signo que realiza es muy significativo precisamente en ese territorio, donde en la figura del sordomudo se concentra el símbolo de un pueblo que no ha oído el mensaje del Evangelio, y por tanto no puede ser testigo ni vocero del mismo. El sordo es mudo.
La fe entra por el oído. Israel tiene como permanente llamada la Shemá: “Estas son las palabras más emblemáticas de la liturgia judía: “Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad – «Escucha, oh Israel».” Jesús al explicar las parábolas del Reino señala la actitud mejor: “Los que reciben la semilla en tierra buena, escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno” (Mc 4, 20). San Benito inicia su regla: “Escucha, hijo, los preceptos del maestro y préstales el oído de tu corazón”.
La invitación que recibimos este día es a escuchar la Palabra, y quien lo hace y la lleva a término se convierte en familia de Jesús: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8, 21).
PROPUESTA
¿Escuchas la voz interior que te llama hacia el bien? ¿Escuchas o lees las Sagradas Escrituras? ¿Te haces mensajero y testigo de lo que has visto y oído?