Tiempo Ordinario 10 1 2022Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado que hay entre vosotros algunos que viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A ésos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan (2Ts 3, 10-12).

CONSIDERACIÓN

Es el tiempo más largo. La cotidianeidad puede convertirse en fuente de tedio y de inercias o puede ser la prueba de la actitud más amorosa, la que se mantiene sin los apoyos extraordinarios de los días de encuentro festivo o con el auxilio del maestro.

En este momento descubrirás que la responsabilidad es un valor encomiable y que la disciplina ayuda a subsistir con dignidad. Cuando manda el amor, cuando hay una razón personal atractiva por la que merece la pena la ofrenda, brotan espontáneamente la ilusión, la alegría y la agilidad. “Oh, Dios, Tú eres mi Dios, por ti madrugo” (Sal 62)

Algunos principios de sabiduría de los Padres del desierto enseñan a querer lo que sucede para que así suceda lo que más quieres. Aunque el acontecimiento parezca desgracia, con el acompañamiento del Señor, es susceptible de una reconversión permanente y en medio de la posible oscuridad cabe, al menos, la serena esperanza de que todo se resolverá en orden a la perfección y a la plenitud.

PROPUESTA

Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez. Sólo por hoy seré cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y sólo pretenderé mejorarme a mí mismo. Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad en este mundo. Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos. Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, una buena lectura es necesaria para la vida del alma. Solo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie. Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere. Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.   Sólo por hoy creeré firmemente que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más que yo existiera en el mundo. Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad” (San Juan XXIII, “Decálogo de la serenidad”).

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