TEXTO EVANGÉLICO
CONCURRENCIAS
“Yo no soy el Mesías, sino que he sido enviado delante de él”. El que tiene la esposa es el esposo; en cambio, el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo; pues esta alegría mía está colmada. Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar” (Jn 3, 28-30).
De nuevo le preguntó el sumo sacerdote a Jesús: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?». Jesús contestó: «Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene entre las nubes del cielo» (Mc 14, 61-62).
RESONANCIAS
“El Bautista no se limita a predicar la penitencia, sino que, reconociendo a Jesús como “Cordero de Dios”, que vino para quitar el pecado del mundo (Jn 1, 29), tiene la profunda humildad de indicar a Jesús como verdadero Enviado de Dios, haciéndose a un lado, para que Él pueda crecer, ser escuchado y seguido. Toda la vida del Precursor de Jesús está alimentada por la relación con Dios, en especial el período transcurrido en regiones desiertas (cf. Lc 1, 80); las regiones desiertas que son lugar de tentación, pero también lugar donde el hombre siente su propia pobreza porque se ve privado de apoyos y seguridades materiales, y comprende que el único punto de referencia firme es Dios mismo. El evangelista san Lucas, al referir la oración que Jesús enseña a los discípulos, el «Padrenuestro», señala que los discípulos formulan la petición con estas palabras: «Señor enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos» (cf. Lc 11, 1) (Benedicto XVI, Audiencia 29 de agosto 2012).
CONTEMPLACIÓN
En el Adviento, tiempo que evoca el desierto y llama a la oración, destaca la figura de san Juan Bautista, precursor del Mesías, que nos introduce en la relación más íntima, al señalar a Jesús como el esposo. Por el bautismo nos hemos convertido en familia de Jesús, Él nos entraña en la vida de Dios.