TEXTO BÍBLICO
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos»(Mt 16, 13-19).
COMENTARIO
Es día de confesar la fe, de tomar las palabras al apóstol Pedro y pronunciar, para que se grabe en la memoria: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. De esta confesión que cada uno podemos hacer depende nuestra razón de creer en Jesús. Creemos en Él no por lo que ha dicho y ha vivido de manera ejemplar, sino porque es la revelación suprema de Dios: “Creo en Jesucristo, Hijo único de Dios, que se encarnó de María Virgen, por obra del Espíritu Santo”.
Es día de sentir la pertenencia a la Iglesia, de saberse unido al caudal de gracia que nos ofrece la Comunión de los Santos. Estamos injertados en el árbol de quienes se saben miembros del mismo Cuerpo de Cristo. Más allá de todas las debilidades que nos hacen deteriorar como humanos la imagen de la humanidad redimida, nos debemos sentir amados de Dios, en la corriente de gracias que mana del Corazón traspasado del Cristo.
Es día de sabernos evangelizadores, miembros activos del anuncio del Evangelio, como confiesa san Pablo: “El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones” (2Tm 4, 17)
PROPUESTA
¿Cómo hablas de la Iglesia?