“Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó” (Jn 20, 1-8).
TIEMPO DE CREER
Creo en ti, Señor resucitado y vivo, compañero de mi camino, que nunca te impones, don recibido de tu bondad.
Creo en ti, providencia en mis afanes, encontradizo en mis búsquedas, acontecimiento inesperado, gracia regalada.
Creo en ti, presente en el rostro del desconocido, ante el que detengo mi mirada, y siento que me interpelas, llamada permanente en mi interior.
Creo en ti, derramado en la belleza de las cosas, en la bondad de las personas y en la fascinación del arte, prolongación de tu éxtasis primero ante todo lo creado.
Creo en ti, presencia permanente en lo profundo de mi ser, identidad sagrada, oculta en el secreto de mi corazón, regalo de tu Espíritu Santo.
Creo en ti, horizonte de esperanza, razón por la que superar toda nostalgia, pues el mañana es más seguro que el ayer, certeza serena.
Creo en ti, que estás en mis heridas, en mis límites y vacíos, en mis quiebras y caídas, experiencia constante de tu presencia resucitada.
Creo en ti, Jesucristo, resucitado de entre los muertos, Señor y Dios mío, amigo y compañero, que siempre vienes discreto a mi lado, aunque no te vea.