TEXTO BÍBLICO
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete” (Lc 15, 21-24).
COMENTARIO
La parábola llamada del “hijo pródigo”, que significa derrochador, no solo revela el despilfarro de la herencia, que hizo el hijo menor, sino que quien en verdad derrocha amor y misericordia es el padre. Algún comentarista ha calificado el capítulo 15 de san Lucas, como “el corazón de su evangelio”. Es el retrato “que Lucas hace de Cristo como alguien que busca al perdido, al exiliado y al desterrado” (Vincent Pizzuto, Contemplar a Cristo”)
IMAGEN: EL AMOR ENTRAÑABLE
El Verbo de Dios se nos revela entrañado en el seno del Padre, y Jesucristo se manifiesta como amor divino, ofrecido a la humanidad. La Biblia asegura que una madre puede olvidarse del hijo que lleva en su seno, cosa difícil, pues aunque ella se pudiera olvidar, Dios no se olvida de su criatura. El discípulo amado representa la respuesta necesaria y que cada uno necesitamos, sabernos abrazados por Jesús quien, como pastor bueno, lleva a la oveja perdida en sus brazos.
LA RECONCILIACIÓN
No podemos escudarnos en nuestra fragilidad para no volver al Señor, cuando Él de tantas maneras nos invita a retornar de nuestros exilios. Jesús no nos fuerza, ni nos acosa, pero permanece oteando, por si nos levantamos y decidimos volver, y así abrazarnos.
PROPUESTA
¿Te rindes en tu lucha contra el mal, o te levantas siempre?