
Anunciación
El arte ha representado bellamente los dos momentos más significativos del misterio de la Encarnación:
En el primer cuadro observamos que el ángel está de pie, con gesto de reverencia y de respeto ante la Nazarena, que viste un manto verde de terciopelo, lo que indica que aún no ha sucedido la concepción virginal, representada en el tálamo y el jarrón de azucenas.
La tabla de pino pintada al óleo es obra de un maestro hispanoflamenco Los catálogos la atribuyen al denominado Maestro del Retablo de los Reyes Católicos, a finales del siglo XV.
Si comparamos las dos pinturas, descubrimos una diferencia notable en la posición del ángel. Fray Angélico (1450) arrodilla a san Gabriel y María viste de rojo con manto azul, lo que significa que ya ha acontecido la Encarnación.
La localización interior, tanto de la Anunciación como de la Encarnación, nos indica lo que los místicos han vivido en su propia interioridad. La presencia divina desea habitar en el hondón del alma, en el fondo del corazón, en el más profundo centro, más íntimo que la propia intimidad.
Cada uno, sin afán pretencioso, podemos abrirnos a la maravilla sobrecogedora de ser templos habitados por Dios, santuarios sagrados. Aviva el carisma que hay en ti, dice san Pablo a Timoteo, que podríamos glosar: Sé consciente de quién mora dentro de ti.
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