
Textos bíblicos
La Biblia sugiere desde su comienzo lo trinitario: Abraham ve a tres jóvenes a su puerta, y el Cuarto Evangelio parte del Verbo en las entrañas de Dios. Dios hizo el mundo y al hombre con sus dos manos, su Verbo y su Espíritu, según san Ireneo, y se manifestó a. Abraham, y en los últimos tiempos, en Jesucristo.
Jesucristo nos prometió y entregó su Espíritu para que estuviera en nosotros y, a su vez, nos aseguró que, si acogemos su Palabra, el Padre nos amará y vendrán a habitar dentro de nosotros, haciéndonos morada suya.
El Dios revelado es relación: Padre, Hijo, Espíritu Santo. Relación interpersonal circular. Dios es comunidad, comunión, intimidad. El hombre se personaliza en Dios y llega a plenitud cuando deja ser a Dios en él. Dios merece nuestro amor, nuestra confianza, gratitud, obediencia y fidelidad, porque Él es fiel, nos ama, nos ha dado a su Hijo y entregado el Espíritu.
Según las palabras de Jesús, somos sacramentos de su Persona, templos del Espíritu y habitados por Dios. Somos de Dios, propiedad suya. No nos pertenecemos, hemos sido expropiados, y si vivimos esta identidad, llegamos a dar lugar a la mayor plenitud posible, pues hemos sido hechos hijos de Dios.
Para crecer y madurar personalmente es esencial romper todo egoísmo, salir de toda endogamia y ensimismamiento. Debemos salir de nosotros mismos aún dentro de nosotros. Somos habitados por la Trinidad. Nuestras relaciones están afectadas desde el Misterio que nos habita, y del que hemos sido hechos imagen. Somos hechura de Dios, creados a imagen suya, necesitados de relacionarnos de manera entrañable, fraterna, interior entre nosotros y en vosotros. Quienes por gracia son más conscientes del misterio divino, dejan todo y se dedican a contemplar la gloria de Dios, al mismo tiempo que son reflejo de su amor para el prójimo. Y llegan a convertirse en profecía del cielo y en testigos de lo eterno, llamada a los valores permanentes, ejemplo de vida austera y ecológica; respetan la naturaleza, y se ejercitan en el amor hacia todos desde el amor divino recibido.